Estos últimos años, cuando llega el calor del mes de mayo y el verano está a la vuelta de la esquina, a su vez llega la tan ansiada Final Four de la Euroleague que tanto esperamos a lo largo del año los aficionados al baloncesto europeo. Si a principio de temporada me preguntan sobre quién ganará la competición, siempre respondo lo mismo: No lo sé, pero la presencia del CSKA en la fase final es segura. El todopoderoso equipo ruso, tan dominador como perdedor, ha estado presente en todas las F4 desde el 2003 (salvo la disputada en Barcelona el año 2011) consiguiendo el título los años 2006, 2008 y 2016. Y las tres plazas restantes, a repartir entre los otros grandes del continente: los griegos Panathinaikos y Olympiakos, los españoles Real Madrid y FC Barcelona, el Maccabi de Tel Aviv y el ascendente Fenerbahçe de Zeljko Obradovic, sin dejar de lado las “Cenicientas” como el Lokomotiv Kuban o el Laboral Kutxa, semifinalistas de la última edición.
En resumen, para las nuevas generaciones estos equipos que he nombrado son los gigantes del baloncesto del viejo continente. Pero si indagamos un poco en la historia de la antigua Copa de Europa, los más nostálgicos recordarán lo siguiente: los equipos italianos dominaron nuestro baloncesto en el anterior siglo. Sí, este país cuyo máximo exponente en la actualidad es el EA7 Emporio Armani Milano, tuvieron su época de esplendor en las décadas de los 70 y 80, en las cuales equipos como el Varese, Cantú o Milano establecieron su dominio.
VARESE
Este equipo de la ciudad de Varese, situada en la región de Lombardía, fue el primer equipo italiano dominante en Europa durante los años setenta y el máximo rival europeo del Real Madrid de los Brabender, Corbalán y Clifford Luyk.
Liderados por el gran Dino Meneghin, aquel pívot de 2.04 metros que jugó profesionalmente durante 29 años, consiguiendo la friolera cifra 32 títulos. Para Dino, solo valía ganar, y para ello estaba dispuesto a hacer cualquier cosa. Era una pesadilla tener que defenderle, pero también que te defendiera; te hacía añicos en cualquier lado de la cancha. Un ejemplo de la competitividad llevada al límite. Formó parte del equipo durante 14 años (1966-1980) para luego llevar su talento a la ciudad de Milán.

Otros jugadores destacados de la época dorada del Varese son: el mexicano Manuel Raga, un escolta con un físico privilegiado para la época que, a pesar de su corta estatura (1.88) le permitía ayudar en el rebote y poseer un tiro en suspensión que le caracterizó a lo largo de su carrera. Es considerado uno de los mejores jugadores de México de toda la historia; el estadounidense Bob Morse, un interior que jugó durante 9 temporadas en el club, consiguiendo 4 títulos y que en 1998 fue incluido entre los 50 mayores colaboradores de la Euroliga; y por último, es preciso nombrar a Aldo Ossola, quien fue el director de juego del equipo durante toda la década de los setenta, jugando un total de trece temporadas en el club.
Este equipo llegó a disputar diez finales continentales consecutivas, consiguiendo cinco títulos: la primera fue en 1970 en la que derrotaron al CSKA en la ciudad de Sarajevo, y la última fue en 1979 ante el equipo de la ciudad donde empezó todo: el KK Bosna Sarajevo, cerrando así una gesta irrepetible para cualquier equipo.
CANTÚ
Al llegar la década de los 80 y tras perder tres finales consecutivas, el dominio del Varese se desvaneció como una gota de agua en el océano para que ocupara su lugar el Cantú. El conjunto italiano ya se había establecido como un equipo potente del continente, tras lograr alzarse con la Recopa de Europa en los años 1977, 1978, 1979 y 1981. Tras la derrota en 1981 de la Virtus de Bologna a manos del Maccabi, al año siguiente el Cantú vengaría a sus compatriotas en Colonia, derrotando al equipo de Tel Aviv por 86-80. Repetirían la gesta al año siguiente, en 1983, ante otro equipo transalpino, el Olimpia Milano.
La columna vertebral del equipo estaba formada por dos jugadores italianos: Pierluigi Marzorati, histórico base que jugó durante más de dos décadas defendiendo la camiseta del Cantú y Antonello Riva, un jugador determinante y con un tiro de larga distancia infalible, el cual ostenta un récord demoledor a nivel de selección: es el máximo anotador de la azurra con 3785 puntos, a más de 900 puntos de distancia del segundo clasificado, Dino Meneghin.

A esto le sumamos la presencia de los jugadores americanos, que en esa época resultaban determinantes en Europa: en el año 1982 contaban con Bruce Flowers y Charles Kupec, dos interiores con capacidad anotadora y reboteadora, pero generosos y con habilidad de jugar en equipo que encajaron a la perfección en el conjunto; al año siguiente, el turno fue para Jim Brewer y Wallace Bryant: el primero fue elegido número 2 del draft de 1973 por Cleveland Cavaliers , pero tras nueve años en la mejor liga del mundo sin demostrar el nivel que se esperaba, recaló en el Cantú para ayudarle a conseguir la segunda Copa de Europa seguida. Se trataba de un jugador con un gran físico, que dominaba el rebote y además era duro en defensa; por otro lado, Wallace Bryant, un siete pies nacido en España que debutó profesionalmente en el equipo italiano y más tarde jugaría en la NBA y en la liga española. Se trataba de un interior fiable en ambos lados de la pista: intimidaba en defensa y era contundente en ataque. Todos ellos llevaron al equipo de una pequeña ciudad de la provincia de Como a vivir la mejor época de su historia.
OLIMPIA MILANO
Tras el Cantú (y con permiso de la Virtus Roma, campeona de Europa en 1984), le toca el turno al equipo de la ciudad de la moda: elOlimpia Milano, conocido en aquella época como Tracer de Milano.
Se trata del equipo de Italia más laureado a nivel nacional: ha conseguido el título de liga más veces que ningún otro equipo (26), y durante los maravillosos años 80 consiguieron cinco campeonatos nacionales. Además, a nivel europeo, lograron resarcirse de la derrota de 1983 ante el Cantú y alzarse con el título en dos ocasiones consecutivas (1987 y 1988), ambas ante el Maccabi de Tel Aviv.

La base del equipo estaba formada por el que fue icono de aquel legendario Varese, Dino Meneghin, un ganador insaciable; a su lado se encontraban el ex jugador y entrenador de la NBA Mike d’Antoni, que obtuvo la nacionalidad italiana para ocupar la posición de base de esta entidad durante 13 años. Se retiró en 1990, ostentando el récord histórico de puntos del club y formando parte de los mejores jugadores de la historia de este. Por otro lado encontramos un clásico italiano, Roberto Premier, un escolta con un potente físico que mordía en defensa y no desentonaba en ataque, además de aportar ese plus de competitividad que tenían los italianos de antes. Y finalmente cabe mencionar a un jovencísimo Ricardo Pittis, que empezaba a dar sus primeros pasos en el deporte en el cual más tarde destacaría a pesar de los obstáculos: tuvo que adaptar su juego a un grave problema en el tendón de su brazo derecho, lo que le obligó a cambiar su mecánica de tiro.
Ahora toca hablar de los jugadores americanos que completaron el rompecabezas de este equipo bicampeón de Europa: Bob McAdoo, Ken Barlow y Rickey Brown. El primero es, probablemente, uno de los mejores americanos que han cruzado el océano para venir a asombrarnos con su talento. Un jugador que posee un MVP de temporada de la NBA (1975), promediando unos números escandalosos: 34.5 puntos por partido, 14,1 rebotes y 2,12 tapones. Terminó su aventura en la liga americana jugando en uno de los mejores equipos de la historia, los Lakers de Magic Johnson y Kareem Abdul-Jabbar, exhibiendo un juego de ensueño. Junto al gran Bob, primero estuvo el ala-pívot Ken Barlow, jugador norteamericano que desarrolló toda su carrera en Europa y que en su único año en el club, la temporada 1986-1987, ganó la liga, la Copa de Europa y la Copa Intercontinental. Al año siguiente, con la marcha de Barlow a Tel Aviv, llegó Rickey Brown; otro interior al cual los italianos denominaban Il ballerino por su exquisito juego de pies. Al igual que Barlow, estuvo solamente una temporada en el club, para poner rumbo a España al siguiente año e incorporarse a las filas del Caja de Ronda (actual Unicaja).
Tras la victoria del equipo lombardo, finalizaba con ello la década de los 80 y significaba el fin de la era de los italianos, pero no serían los milaneses los últimos en alcanzar la gloria: ahora le tocaba a la Virtus de Bolonia.
VIRTUS BOLOGNA
Barcelona, 21 de Abril de 1998. Cinco años después de la derrota de la Benneton de Treviso del inolvidable Tony Kukoc a manos del equipo francés Limoges de Bozidar Maljkovic, otro equipo italiano se planta en la prestigiosa Final Four: la Virtus de Bolonia. Tras derrotar al Partizan de Belgrado en semifinales, el equipo boloñés se alzaría con la victoria tras un partido trabado y pobre en anotación ante el AEK de Atenas, por 58-44.
El plantel estaba dirigido por el conocido entrenador italiano Ettore Messina, que tras dirigir durante cuatro años a la selección azurra lograba su primer título continental a nivel de clubes. Respecto a los jugadores, encontramos nombres conocidos del baloncesto europeo: Predrag Danilovic, considerado el mejor escolta europeo de los 90 y que maravilló al mundo formando una temible dupla con su compatriota Aleksandar Djordjevic en el Partizan; el joven Radoslav Nesterovic, el mítico pívot esloveno que la temporada anterior había llevado al Olimpia Liubliana a su primera F4 y que se estaba forjando en Europa para luego desarrollar gran parte de su carrera en la NBA; otro interior, el serbio Zoran Savic, que fue integrante de aquel equipo de niños que arrasó en Europa, la Jugoplastika. El talentoso pívot fue nombrado el MVP de aquella final de 1998 en la que conseguía su tercera Euroliga; finalmente, hablar de Antoine Rigaudeau, el elegante y competitivo escolta que fue considerado el mejor jugador de la historia de Francia, hasta la llegada de Tony Parker.

Tras lograr la victoria en 1998, al año siguiente la Virtus se volvería a plantar en una final europea ante el Zalgiris Kaunas, pero caerían derrotados en la ciudad de Múnich ante una brillante actuación del base norteamericano Tyus Edney, que le daba al equipo lituano su única Copa de Europa.
Dos temporadas más tarde, en la 2000-2001 y con el nombre de Kinder Bolonia, volverían a repetir título en una final a 5 partidos ante el Tau Cerámica. Cabe tener en cuenta que este mismo año la FIBA creó la Suproliga, una competición paralela a la Euroliga, que sólo se disputó aquella temporada y que contó con poderosos equipos del momento como el CSKA, Maccabi, Panathinaikos o Efes Pilsen.
Dejando de lado este apunte, y sin querer restar mérito al equipo italiano, vamos a recordar a los componentes del último equipo transalpino que ha reinado en Europa. Al timón del conjunto seguía Ettore Messina, en el cual que estaría hasta 2002; entre los jugadores, los supervivientes de aquel equipo que tocó el cielo en 1998 quedaban el francés Rigaudeau y los italianos Alessandro Abbio y Alessandro Frosini (este último con un papel más relevante que en la anterior edición). A ellos se unieron los exteriores Emanuel Ginóbili y Marko Jaric. El primero fue nombrado MVP de la edición, y tras ello decidió dar el paso a la NBA, donde su importancia y trascendencia en los Spurs no es ningún misterio, y el segundo fue un base serbio de 2 metros de altura, capaz de anotar, dirigir y ayudar en el rebote y que tuvo una correcta carrera en la NBA, pero que siempre pareció que con sus condiciones pudo ser más de lo que fue. Respecto a los interiores, el equipo contaba con Rashard Griffith, un cinco americano que promedió cerca de 20 puntos de valoración en los partidos que disputó con el equipo; los jóvenes David Andersen y Matjaz Smodis, que acabarían convirtiéndose en dos de los mejores cuatros de Europa y que el año 2005 volverían a coincidir en el CSKA de Moscú.
Tras lograr la victoria en el 2001, al año siguiente el equipo volvió a plantarse en la final continental ante el Panathinaikos de Zeljko Obradovic y Dejan Bodiroga, que ganarían el título. Esta derrota supuso el final del ciclo glorioso de la antigua Virtus de Bolonia: Messina abandonaba el club y con él se iban jugadores como Ginóbili y Jaric., y al final de la temporada 2002-2003 el club era relegado a la segunda división italiana a causa de sus problemas económicos.
Los dos siguientes años, el 2003 y el 2004, la Benetton de Treviso y el Fortitudo Bologna llegarían a la final europea, cayendo derrotados ante el FC Barcelona y el Maccabi de Tel Aviv respectivamente. Tras ello, no habría ninguna presencia en la F4 hasta 2008, con el Montepaschi de Siena, liderado por jugadores como Mcyntre, Lavrinovic y Romain Sato, que salieron derrotados por el Maccabi en semifinales, pero consiguieron el tercer puesto ante el TAU. Y repetirían en 2011, con Bob McCalebb y Rimantas Kaukenas, pero volverían a caer en semifinales ante el Panathinaikos, obteniendo de nuevo el tercer lugar.
Y tras el fin del Montepaschi de Siena y el intento fallido del Emporio Armani Milano de lograr un equipo competitivo, la presencia de los equipos italianos en Euroliga es cada vez más efímera. Atrás quedaron aquellos años en que eran los más temidos porque tenían a los jugadores italianos, dotados de físico y carácter, que unidos al talento que aportaban los jugadores americanos que lograban traer dada la buena situación económica de los equipos en esa época, formaban esos conjuntos que todos querían evitar a toda costa.
Las nuevas generaciones tendremos que vivir con el dominio de los rusos, turcos o de las secciones de algunos de los equipos de fútbol más poderosos, pero los más curiosos siempre podrán descubrir que hubo un tiempo en que Italia, aquel bello país que enamora con su arte y su arquitectura, ostentaba el mayor número de Copas de Europa de baloncesto a nivel de clubes, y que el legado del gran Dino es interminable.