“El baloncesto empezó con la gente montando sus propias canastas para jugar. Un tablero pegado a un poste. Aquello era fatal, la gente se golpeaba con el poste cuando querían entrar a canasta. Luego lo separaron. Se habilitaban garajes y azoteas de edificios para jugar. Más tarde recuerdo que después de canasta se hacía salto y claro, en los Mundiales los americanos no no daban opción a hacer nada porque siempre lo ganaban y volvían a tener el balón. También llegaron los tres segundos en la zona. Antes los hombres altos buenos, que no había muchos” en los 40 y 50 “lo tenían muy fácil porque nuestros pívots eran bajitos y sólo tenían que esperar cerca del aro para recibir la pelota y anotar una y otra vez haciendo la misma jugada siempre”. Palabras de la primera estrella que brilló en el baloncesto español en 1941, Eduardo Kucharski.

Nuestro protagonista nació en 1925, cuatro años después de que el que el Laietà, que le diera la oportunidad de jugar en máxima categoría, hubiese hecho historia por haber organizado el primer partido de baloncesto oficial de la historia de nuestro deporte. “Tenía 15 años y, a mí y a otros jóvenes, nos dieron la oportunidad de jugar con el equipo senior porque los jugadores que habían no eran buenos y tampoco estaban muy por jugar. Resultó que ganamos al Real Madrid y Barcelona y fuimos campeones del campeonato de España. Sorprendimos a todos. El club nos regalaba alpargatas para jugar. Cuando venía un portaaviones americano y nos ofrecían jugar partidos, a veces jugábamos en el mismo barco y claro, siempre intentábamos negociar para conseguir zapatillas y algún chándal. Aquello era lo máximo para nosotros. Los clubes no podían pagar a sus jugadores. De hecho, al Español lo sancionaron sin jugar una temporada porque su presidente les compró gabardinas a sus jugadores”. La siguiente temporada serían subcampeones tras caer con el Barcelona pero la siguiente recuperarían el título, esta vez contra Real Madrid, batiendo a los blancos por un claro 32 a 18. Kucharki sólo tenía 19 años pero él solo anotó más puntos que todo el conjunto capitalino, tantos como 23. “Siempre jugué de alero porque tenía buen tiro, pero también actuaba de base, no como ahora. Yo me colocaba en un lateral de la pista y desde ahí mandaba” narra.

Eduardo sufre, desde hace años, una severa degeneración de retina “sólo veo sombras” aunque aún sigue el baloncesto pero... ¿cómo? “se pone pegado al televisor”, explica su hijo, Eduardo Kucharski jr., quién también jugó en la máxima categoría del baloncesto español: “entre otros, jugué en el Cotonificio”. Mientras, su padre insiste: "debería conocerse mejor toda la historia del baloncesto sólo se conoce la ACB y algo más atrás, Carlos, espero que con vuestro libro eso cambie”. Con orgullo asiento como si pudiera verme con claridad. “Claro que sí Eduardo, sin usted y sus compañeros no habrían habido Paus Gasoles. Por cierto, a él sí lo vio jugar ¿no? ¿se imagina haber jugado en su equipo con él?” -le pregunto-. “No lo conozco en persona pero sí que lo vi. Impensable, los jugadores altos de hoy en día corren como ardillas. La gran mayoría de los jugadores de mi época que eran muy altos eran muy torpes y algunos, con perdón, también muy tontos”, me responde. Cuando él decidió cortar su vinculación con el baloncesto definitivamente, “fue cuando llegó Nuñez al Barça”, Marisa y Agustí planificaban tener un pequeño, se llamaría Pau.
